Nuestra vida psíquica y salud mental en la era de la pandemia: Un breve cuestionamiento

Gerardo Mora Gutiérrez

Psicoterapeuta Psicoanalítico individual y grupal

de adolescentes y adultos.

Académico de Posgrado

de la Facultad de Psicología de la UNAM,

Supervisor de posgrado y

Líder de Psicología en

el Instituto Nacional Electoral

55-34-88-36-65/ germora2006@hotmail.com

 

 

Volteando el reflector a nuestra vida psíquica y nuestra salud mental en la era de la pandemia y el vacío: Un breve cuestionamiento

A más de seis meses de haber iniciado la contingencia sanitaria internacional generada por la enfermedad del COVID-19 y en medio de la gran incertidumbre que hoy por hoy todavía ronda nuestra vida sobre cuánto más durará y qué tanto nuestra vida se verá modificada por esta situación; es necesario hacer una pausa psíquica que permita cuestionarnos, explorar nuestro sentir y nuestro pensar acerca de las múltiples consecuencias que no sólo la pandemia, sino nuestras propias crisis, quebrantamientos y confrontaciones, nos ha generado.

Desde la psicoterapia se dice que la introspección la acción de nuestra mente que sirve para adentrarnos en nuestro “mundo interno” que contiene nuestros estados emocionales y afectivos, lo que pensamos, lo que soñamos, lo que fantaseamos y sentimos, incluidos nuestros anhelos y deseos. Ahí, en ese “mundo interno”, también está “lo terrorífico” y “ominoso”, lo que nos asusta, lo que nos agobia, lo desconocido que es sabido, pero no pensado y todo lo que no tiene representación mental, por ejemplo, un acontecimiento traumático que se queda sin ser procesado, por decirlo de alguna manera.

Esta introspección también sirve para cuestionarnos cómo se encuentra “el afuera”, es decir, nuestro mundo relacional y vincular, cómo nos relacionamos con las personas a nuestro alrededor, con nuestros familiares, con nuestra pareja, con nuestros compañeros de trabajo y figuras de autoridad. Ambos ámbitos de nuestra vida son cruciales para la constitución de nuestro bienestar o nuestro malestar, porque ahí se encuentra la génesis de nuestros conflictos. En esta era donde tenemos que tratar a todos “como si estuvieran contagiados”, el rechazo, el dolor del “no contacto” y la soledad, empiezan a generar también una merma, en nuestro bienestar emocional.

En ese sentido y para considerar lo que casi no pensamos, ocurre que en la mente de algunas personas, no hay contenido psíquico ni en “el mundo interno” ni en el “afuera”, no hay capacidad de introspección, ni siquiera en ocasiones de nombrar lo que ocurre y entonces cada cosa que se nos ocurre, termina siendo una gran decepción, un terrible sinsabor o simplemente una sensación de vacío que se hace crónico y que además se ramifica y genera sentimientos como lo son; la angustia, la ansiedad, el terror, la tristeza, el enojo e inclusive la furia. Podría darles mil ejemplos de estas manifestaciones, uno muy sencillo ilustra a una persona que cuando va al cine, en vez de poder conectarse emocionalmente con la película y pasar un rato agradable, no deja de pensar en lo incómoda que está la butaca, cuando alguien le pregunta: ¿Te gustó la película?, lo único que puede decir es “¡Qué incómoda estaba la butaca!”, es decir, hay una desconexión entre la posibilidad de depositar afecto en una actividad lúdica como esa.

Esta situación, cada vez más común en el presente, es el detonante mayor de alteraciones psicológicas; cuando nuestra mente no puede ser contenida por sí misma, comienza a depositar en el cuerpo, en las otras personas y hasta en las conductas el malestar y surgen, por ejemplo, las enfermedades psicosomáticas, las distorsiones de la auto imagen, las relaciones interpersonales fallidas, la violencia, entre otras.

La pandemia nos ha dejado en claro que tenemos muchas cosas sin resolver, que hemos sido indiferentes a nuestro propio dolor y a nuestra propia historia. No es que el COVID-19, haya traído en sí mismo malestar y sufrimiento, lo más probable es que ya éramos dolientes y no lo sabíamos.

Cuestionarnos lo anterior es crucial para poder hacernos las preguntas que nadie nos ha hecho o tocar los trozos de nuestra historia que han permanecido estáticos y nos han causado un dolor psíquico crónico pero silencioso. A veces las palabras se convierten en un abrazo, en un remanso de paz, porque permiten acomodar, nombrar, historizar, simbolizar como decimos los psicoterapeutas. A mis pacientes les suelo decir que en ocasiones hay que llorar el llanto no llorado o gritar lo no gritado, podríamos completar muchas oraciones así.

Preguntémonos: ¿Qué me gustaría saber que nunca me he preguntado?, ¿Cómo haré frente a la contingencia cuando me siento agotado?, ¿Cómo repararme, cuando me he descuidado tanto?, esas preguntas, aunque simples, pueden ser el primer paso para enfrentar este sufrimiento, que parece que generó la contingencia pero que en realidad es anterior a ella.  

Sigmund Freud decía que la salud mental es la capacidad de amar y trabajar, de gozar y sublimar. ¿Qué tanto has amado, trabajado, gozado y sublimado?, esa pregunta al igual que las anteriores seguramente son la provocación perfecta para hacer introspección, para enfrentar el dolor y para sortear la vida buscando sentirnos más a gusto, con más paz y serenidad, eso en suma, nos hará tener salud mental en esta era del COVID con más gusto y más paz la vida del presente en esta era de la pandemia y el dolor.

11 de septiembre de 2020.